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Sus letras siguen vigentes porque hablan de las desigualdades sociales


Ante la generosa oferta de biografías, podcasts y series de televisión sobre Los Prisioneros, destaca el impacto en ventas y críticas que ha tenido el libro “Ya viene la fuerza. Los Prisioneros 1980-1986” (editorial Club de Fans, 2024) del periodista Alejandro Tapia. El trabajo está basado en 160 entrevistas a integrantes de la banda, familiares, compañeros de curso, técnicos de grabación y amigos melómanos que ayudaron a forjar sus gustos, y opera lejos del ángulo farandulesco que suele plagar a este tipo de literatura para relevar en el valor social y artístico de un fenómeno en la cultura popular chilena.

Desde las voces de exparejas que permiten identificar la inspiración tras la letra de “Paramar” hasta cables secretos de la cancillería chilena que confirman el monitoreo al trío de San Miguel durante su participación en el show que Amnistía Internacional organizó en Mendoza en 1988, el nivel de detalle e imágenes inéditas que se extienden a la prehistoria de la agrupación convergen en una riqueza visual y narrativa ideal para quienes desean entender por qué su leyenda sigue creciendo, explica el periodista Matías Hinojosa, cofundador de la editorial Club de Fans.

“Los Prisioneros tienen fans que han leído todo lo que está disponible y saben casi toda su historia. Apenas salió el libro empezamos a recibir comentarios muy positivos de ellos, que son los más exigentes al evaluar los contenidos. Empezaron a recomendarlo en redes sociales diciendo que descubrieron datos que no conocían y que incluye a gente que no había hablado hasta ahora. Por otro lado, creo que deja contenta a la gente que busca algo más en los libros que analizan fenómenos relacionados con la cultura pop, ya que también es un retrato de lo que era ser un joven de clase media baja en el Chile de los 80”, detalla en momentos en que se prepara la primera reimpresión del título.

Según explica el autor de la investigación a Lejos De La Multitud, una plataforma dedicada al rescate de música, cine y literatura ligados al underground y la contracultura, aunque el volumen cierra en 1986 recopiló contenidos suficientes para una segunda parte que podría abarcar los años finales de la banda, una tarea que no descarta. El material publicado se enfoca en el momento social que reflejó el trío de manera descreída, pero optimista. Ya su título propone un concepto que va más allá de la canción que da nombre a su placa debut de 1984, donde Jorge Gonzáles intentó fusionar el sonido de artistas de la nueva ola como Luis Dimas con el de bandas ligadas al new wave y el punk como Ramones.

“Es un concepto que se relaciona con lo que estaba pasando en ese minuto en el país y que era la fuerza de los jóvenes. Jorge creía que cuando estaban armando Los Prisioneros habían grupos en otras partes de Santiago que intentaban hacer algo similar y que eso después iba a crear una suerte de movimiento. Luego se dieron cuenta de que en realidad estaban más o menos solos con lo que querían hacer”. Aunque la subversión musical no se concretó de manera generalizada, una gira por el país les permitió conectar con un público que compartía deseos de un cambio e incertidumbre frente a un futuro previsto de cesantía y represión, temáticas que informaron el mensaje de su álbum “Pateando Piedras” (1986).

El sonido prisionero

Escépticos frente a la protesta light del Canto Nuevo y frustrados ante las radios que ignoraban las remezclas de sus sencillos, un factor que los aventajó ante al pop de Nadie, Cinema y Valija Diplomática y el under de Matucana 19 y El Trolley fue su capacidad para destilar la emoción de artistas como Salvatore Adamo y Camilo Sesto con la denuncia del punk y sus derivados que conocieron gracias a mentores musicales como Marcos Vergara, Felipe Raurich y su futuro mánager Carlos Fonseca, un excompañero de universidad de Jorge que lo contrató como vendedor en su tienda de discos Fusión.

“Cómo olvidar las tertulias alrededor de la Technics del doctor Vergara en calle Manuel Montt o en La Reina en casa de Raurich. En aquellas sesiones los discos se sucedían uno tras otro y se escuchaban enteritos, analizando cada detalle de los novedosos sonidos: juntos éramos testigos entusiastas de un cambio de paradigma. Escuchábamos XTC, Glaxo Babies, The Clash, Devo, The B-52’s, Gang of Four, Wire, Chrome, Frankie Goes to Hollywood, Martha and the Muffins, Pere Ubu, entre muchos otros. New wave le decíamos nosotros a lo que hoy los ágiles llaman post punk”, escribe el amigo de la banda Miguel Conejeros (Pinochet Boys, Parkinson, Fiat600) en el prólogo que dedicó al libro.

Traduciendo letras de su disco favorito de The Clash (“Sandinista!”, 1980) para compartirlas en revistas como La Bicicleta Jorge aprendió la lección que inspiró a íconos del pop contestatario como The Style Council y Redskins, a los que el compositor chileno ya citaba en entrevistas con Revista Vea: para que una canción de protesta sea efectiva debe mover los pies, la cabeza y el corazón. “Si al discurso con contenido social le sumas las melodías pegajosas y bailables tienes una mezcla perfecta, una verdadera bomba atómica. No sólo es relevante ese cruce, sino también el hecho de que varias de sus letras apelan al sentimiento y la emoción”, plantea Alejandro, una opinión que comparte Matías.

“Los Prisioneros son una banda que equilibra muy bien la calidad autoral con música oreja, que la gente quiera escuchar una y otra vez. Creo que González en su astucia tremenda se dio cuenta de que había una oportunidad de hacer música con letras punzantes e incómodas pero con ritmos que uno podía bailar en una fiesta y en ese sentido encontraron una combinación ideal. Algo que también se desprende del libro es la curiosidad voraz que tenían. Su primera aproximación a la música fue el catálogo de canciones de la radio AM pero después fueron desarrollando gustos musicales que los llevaron a cosas muy diversas como Queen, Kiss, Gary Numan y Depeche Mode”, describe el coeditor.

Alejandro también destaca una inquietud creativa que se suele pasar por alto. “Eran un grupo versátil, con características que no tenían otras bandas de la época y un sonido original en el que no se ha puesto el foco. Sus primeros cuatro discos todos son muy distintos, desde lo que hicieron con batería, bajo y guitarra en ‘La Voz De Los 80’, el trabajo con teclados en ‘Pateando Piedras’, las secuencias en ‘La Cultura De La Basura’ y el synth-pop de ‘Corazones’. Son un grupo como The Beatles o Los Jaivas que se quería reinventar en cada etapa”.

Con un primer álbum editado tras la undécima Jornada de Protesta Nacional y una segunda placa publicada días después del atentado contra Pinochet en el Cajón del Maipo, resulta innegable que la propuesta de la banda reflejaba el espíritu de los tiempos que se vivían y ofrecía una vía de escape para los jóvenes que coreaban sus temas tanto en sus shows como en las manifestaciones que se producían en distintas ciudades del país. Aunque “Lo estamos pasando muy mal”, su crítica más directa a organismos como la CNI, sólo apareció en la recopilación “Ni Por La Razón, Ni por La Fuerza” (1996), una rueda de prensa para anunciar una gira nacional los dejó en la mira de las autoridades.

El 88 recibían amenazas telefónicas, en especial Jorge. Hasta que llaman a votar NO en el plebiscito creo que le pasaron un gol a Pinochet y a los militares. Se volvieron un grupo popular con presencia mediática, con recitales masivos en el Estadio Chile, eran algo tan grande que creo que los militares lo deben haberlo pensado dos veces si querían hacer algo contra ellos”. Aunque la vigilancia y el hostigamiento quedaron atrás, Alejandro cree que el mensaje de Los Prisioneros todavía es relevante debido a problemáticas no resueltas.

“Muchas de sus letras siguen vigentes porque hablan de las desigualdades sociales. Si bien Chile ha logrado avances en la disminución de los índices de pobreza el problema de fondo no se ha solucionado. Las letras retratan a un país bajo dictadura pero con problemas que no se acotan sólo a ese momento o a la realidad local. América Latina sigue siendo un lugar muy desigual donde las brechas entre ricos y pobres no han disminuido tanto como deberían”, opina el investigador.

“Ya viene la fuerza. Los Prisioneros 1980-1986” y otros títulos de editorial Club de Fans estarán disponibles en la versión 2025 de La Furia del Libro que se realizará del jueves 29 de mayo al domingo 1 de junio en el Centro Cultural Estación Mapocho (Metro Cal y Canto).

Por Carlos Aliaga



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