Estados Unidos ha llevado a cabo un despliegue militar significativo en el mar Caribe y Puerto Rico, con el objetivo declarado de combatir el narcoterrorismo. Este despliegue incluye buques de asalto, destructores, un crucero lanzamisiles, aviones de reconocimiento, un submarino de ataque y 10 cazas F-35, además de aproximadamente 9.000 soldados. La intención parece centrarse en grupos de crimen organizado que operan desde Venezuela. Hasta el momento, este operativo ha resultado en 14 muertes en ataques contra embarcaciones que supuestamente transportaban drogas.
El decano de la Escuela de Seguridad y Defensa del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) de Ecuador, Daniel Pontón, expresó su incredulidad ante la magnitud del despliegue militar, afirmando: “Si usted está solo preocupado por el narcotráfico, no tira una flota de 8 o 9 buques con misiles y toda esa parafernalia militar frente a un tema que tiene más que ver con la cooperación policial”. Según Pontón, el objetivo de Estados Unidos va más allá del narcotráfico, sugiriendo que se trata de una jugada geopolítica más amplia.
Jorge Mantilla, politólogo colombiano y experto en conflictos, también comparte esta perspectiva, indicando que lo que se está observando es un reposicionamiento de Estados Unidos en el hemisferio occidental, donde busca recuperar un liderazgo regional. Mantilla señala que no solo está en juego la situación en Venezuela, sino también la presencia de Rusia, China e Irán en América Latina.
El analista Mantilla considera que la situación entre Estados Unidos y Venezuela es susceptible de escalar, y que el cerco marítimo ya está en marcha. Es probable que se produzca un uso directo de la fuerza contra Venezuela en los próximos meses. Según Mantilla, hay dos posibilidades: una es el uso de la fuerza a distancia, similar a lo que hizo Estados Unidos en Yemen o Irán, atacando objetivos específicos como bases o activos militares venezolanos. La segunda opción sería una invasión terrestre, aunque esto no parece factible debido a los altos costos políticos y humanitarios que implicaría.
Pontón advierte que, aunque un ataque es un escenario posible, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es un líder pragmático y una invasión alteraría significativamente el escenario geopolítico de la región. Además, señala que 9.000 soldados son insuficientes para invadir un país de 30 millones de habitantes y un millón de kilómetros cuadrados. Sin embargo, los bombardeos a zonas estratégicas relacionadas con el narcotráfico son una posibilidad.
El Gobierno de Nicolás Maduro ha movilizado a millones de milicianos y ha puesto en alerta a sus fuerzas armadas. La posibilidad de un ataque externo podría servir como una oportunidad para unificar el frente interno, aunque esto podría no ser suficiente ante una agresión de una potencia como Estados Unidos. Mantilla menciona que la capacidad militar de Venezuela ha disminuido considerablemente en la última década, principalmente debido a la crisis de abastecimiento de combustible y el mantenimiento de equipos.
Venezuela podría responder de manera puntual a algunos de los activos militares desplegados en el Caribe, pero Mantilla prevé que una reacción más probable sería la captura de ciudadanos estadounidenses en Venezuela o intentar atrapar a figuras opositoras como María Corina Machado, con el fin de establecer negociaciones con Washington. Mantilla también sugiere que la estrategia militar es solo un componente de un plan más amplio, y que Trump podría preferir sanciones financieras en lugar de acciones militares directas.
A pesar de la percepción de debilidad de las fuerzas venezolanas, Pontón destaca que cuentan con la inteligencia cubana, que ha sobrevivido a la Guerra Fría, lo que les proporciona un conocimiento sobre protección. El chavismo, que lleva 25 años en el poder, ha aprendido a manejar la agenda geopolítica, y aunque militarmente no tienen muchas opciones, el tiempo podría jugar a favor de Maduro, ya que las amenazas prolongadas tienden a disiparse. Sin embargo, Pontón también menciona que Trump no es alguien que le guste perder, y no se puede descartar que tome alguna acción para declararse satisfecho con el resultado de la situación.