El 6 de enero de 2021, efectivos de la Policía de Investigaciones (PDI) de diversas regiones de Chile se movilizaron hacia Angol, en la región de La Araucanía. Aproximadamente 800 policías llegaron esa noche al estadio municipal de la comuna, donde se les informó que participarían en un amplio allanamiento en la comunidad de Temucuicui, en Ercilla, un lugar conocido por muchos solo a través de fotografías o menciones. La caravana de vehículos partió desde la capital de Malleco alrededor de las 08:00 horas del 7 de enero. Para algunos, esta experiencia representaba una oportunidad de crecimiento profesional, mientras que para otros, se convertiría en una jornada traumática que marcaría sus vidas para siempre.
Uno de los testimonios más significativos sobre la experiencia vivida por los policías fue proporcionado por un inspector de la PDI, quien llegó desde La Pintana y cuya identidad se mantiene en reserva por razones de seguridad. Este funcionario, de 31 años, declaró ante el fiscal de Alta Complejidad, Carlos Bustos, quien investiga el asesinato del inspector Luis Alberto Morales Balcázar, ocurrido durante el allanamiento en Temucuicui, en cumplimiento de una orden de entrada, registro y detención relacionada con un caso de drogas.
El equipo del testigo tenía la tarea de irrumpir en la casa número 2 del sector rosado de Chacaico Alto. Sin embargo, el inspector mencionó que “yo no tenía conocimiento de qué blanco teníamos que ubicar”. El grupo, que formaba parte de la unidad MT-0 La Pintana, creada para combatir el tráfico de drogas, se trasladaba en un vehículo Hyundai Tucson, que no pudo subir una pendiente y tuvo que estacionarse al costado del camino de ripio para permitir el paso de la caravana.
“Una vez que se retiró la caravana completa, comenzamos a intentar subir el camino, llegando hasta una intersección donde había otros vehículos detenidos, no pudiendo seguir subiendo. En ese momento, habíamos decidido que quedaría un hombre y una mujer por cada vehículo. Yo quedé con una colega antigua, en el vehículo MT-0 La Pintana y mi colega Díaz se quedó en el vehículo que inicialmente iban las mujeres”, relató el inspector.
Mientras esperaban, comenzaron a escuchar por una radio portátil de la Brigada Antinarcóticos y Crimen Organizado (Brianco) noticias preocupantes sobre un policía herido. “Luego se escucharon algunos disparos a lo lejos, pero no iban dirigidos a nosotros, se escuchaban lejos”, detalló. En ese momento, el grupo se quedó a la espera de que los equipos finalizaran las intervenciones en los domicilios asignados para evacuar el lugar, ya que se conocía que había policías heridos en otros sectores.
El testigo mencionó que comenzaron a agruparse todos los vehículos de la caravana para salir por el mismo camino de entrada. Decidieron dejar las dos camionetas Tucson al final de la caravana para no obstaculizar el paso de los demás vehículos. Sin embargo, la caravana se detuvo debido a un árbol que bloqueaba el camino. Aunque en ese momento no se escuchaban disparos, la calma fue efímera.
“Luego siguió avanzando la caravana, momento en el cual sentimos el impacto, aparentemente de una escopeta, que nos pegó por el flanco izquierdo del vehículo, sin embargo seguimos avanzando y luego de eso nuevamente se detuvo la caravana y se comenzaron a escuchar disparos que venían de diferentes direcciones. Ahí estuvimos detenidos varios minutos, pero nadie de mi vehículo descendió, hasta que se logró restablecer el paso”, precisó el testigo.
El inspector recordó que uno de sus colegas tácticos le preguntó si tenía una subametralladora, a lo que respondió que sí. Al descender del vehículo, corrió unos metros para llegar al carro MT-0 de La Pintana, donde le pasaron una subametralladora, con la intención de apoyar al equipo táctico debido a la gran cantidad de disparos que estaban recibiendo. “En ese momento comenzó un intercambio de disparos entre los funcionarios y sujetos que corrían por los predios, disparando con armas de fuego, las cuales no pude ver, debido a la abundante vegetación. Ahí estábamos encajonados y los sujetos disparaban desde arriba. Ahí estuvimos bastante tiempo, yo creo que más de 30 minutos, donde ellos nunca dejaron de disparar”, declaró.
La situación se tornó caótica para los cientos de efectivos, en su mayoría jóvenes policías que no conocían la zona y carecían de equipos de comunicación adecuados para una emergencia de tal magnitud. La caravana comenzó a avanzar nuevamente, y el efectivo de la PDI narró que uno de sus colegas le solicitó conducir el vehículo de la Brigada de Reacción Táctica Valdivia, ya que su conductor necesitaba apoyo debido a que estaban siendo superados por el fuego enemigo.
El testigo se subió a una camioneta blanca, identificada como una Nissan NP-300, que estaba al final de la caravana. El conductor avanzó mientras cubría su flanco izquierdo con su arma de servicio. La situación era tan crítica que un subcomisario con un escudo balístico comenzó a protegerlo mientras avanzaban. “Así avanzamos unos 30 metros y apareció la detective Barrera, quien tomó el puesto de copiloto, preocupándose de cubrir el flanco derecho del vehículo. Todo esto, bajo un constante fuego enemigo”, relató.
La caravana continuó avanzando, pero se detuvo nuevamente en un corte de ruta, donde permanecieron bajo fuego. Al sobrepasar este obstáculo, el subcomisario Jara y el asistente policial Mancilla subieron a los asientos traseros de la camioneta, continuando con la caravana hasta llegar a una intersección donde varios equipos tácticos repelían ataques desde diferentes flancos, junto a un blindado de Carabineros y un blindado institucional.
El efectivo policial indicó que, al ser el último carro de la caravana, los equipos tácticos le brindaron cobertura para salir del lugar. Al llegar a la intersección, se detuvieron y alrededor de cuatro o cinco efectivos subieron al pick up de la camioneta. En ese momento, mientras el conductor giraba a la derecha, escuchó un disparo de grueso calibre que aparentemente impactó en el pick up. El conductor continuó avanzando, pero se detuvo al ver que el vehículo adelante se había parado al intentar esquivar un tronco de árbol. En ese instante, escuchó un segundo disparo similar al anterior y comenzaron a oír gritos sobre un colega lesionado.
“Ante esto aceleré, con la finalidad de sacar a los funcionarios de la zona de fuego, avanzando aproximadamente unos 100 o 150 metros, instante en el cual, el subcomisario Jara me señala que me detenga para ver el estado de los funcionarios heridos, momento en el cual desciende del vehículo y se dirige a la parte posterior de este, volviendo a los pocos segundos, señalándome que había dos colegas con disparos en sus cabezas y que uno de ellos estaba muerto”, narró el inspector.
Ante esta situación, el inspector se dispuso a evacuar a sus colegas lo más rápido posible a un centro asistencial, consciente de que cada minuto contaba. Consideró solicitar un helicóptero institucional, pero no contaba con equipo de radio para hacerlo y no había cobertura de celular en el área. “Al mirar por el espejo retrovisor izquierdo de la camioneta, veo a un colega con un impacto aparentemente en su rostro, empapado de sangre, el cual no reaccionaba y su cabeza salía del pick up”, explicó.
El conductor aceleró para llevar a los heridos al centro asistencial más cercano, el Cesfam de Ercilla. Al llegar, el equipo descendió de la camioneta para solicitar ayuda médica, pero se encontraron con que un grupo de aproximadamente 40 personas comenzaba a acercarse, lanzando piedras y objetos contundentes. “Llegó alguien con una camilla y una paramédico o enfermera, la cual subió al pick up de la camioneta y preguntó por el primer colega que se encontraba de rodillas en el pick up, a lo que señalamos que él estaba fallecido”, relató el inspector.
El personal médico priorizó la atención del funcionario que aún estaba consciente, pero la situación se tornó peligrosa cuando la multitud comenzó a agredir a los policías. “Ante esta situación, con el señor Riquelme intentamos contener a las personas que nos estaban agrediendo de manera no violenta, por cuanto no contábamos con el personal ni los elementos disuasivos necesarios para controlar dicha multitud”, expuso el inspector.
El inspector tomó la decisión de meterse entre la turba para llegar al puesto del chofer, recibiendo pedradas y golpes. “Una vez que logré subirme al vehículo, me dispuse a salir del lugar, momento en el cual, recibí en el parabrisas de la camioneta un trozo de concreto de gran tamaño, lo que me impedía tener visual del camino”, relató. Con una escopeta que se encontraba en el asiento del copiloto, rompió el parabrisas y logró huir del lugar con el cuerpo del colega fallecido.
La convicción del efectivo de la PDI era actuar rápidamente. Logró ingresar el vehículo en el área de urgencias del Cesfam, donde el personal médico le permitió mover al efectivo policial asesinado. “Momento en el cual tomé al colega fallecido y lo volteé, pudiendo observar su rostro deformado, aparentemente con un impacto balístico sin ningún tipo de signo vital aparente”, indicó el inspector.
El inspector también mencionó que, al momento de los disparos, no contaban con comunicación radial y que sus compañeros intentaron hacer llamadas para solicitar ayuda, pero no recibieron respuesta durante 30 a 40 minutos. “Seguidamente, baje el armamento de apoyo y munición del vehículo, con la finalidad de evitar que pudiese ser sustraído por las personas que nos estaban agrediendo”, agregó.
La identidad del fallecido fue confirmada posteriormente como el inspector Luis Alberto Morales Balcázar, del Equipo de Reacción Táctica (ERTA) de la PDI Iquique, quien se convirtió en el mártir número 56 de la institución. Morales, soltero y sin hijos, había estado en Tarapacá desde enero de 2015 y contaba con casi 9 años de servicio en la PDI al momento de su muerte.
El juicio contra Alejandro Andrés Liguén Venegas, el único detenido por el crimen del inspector Morales, comenzará el 1 de septiembre en el Tribunal Oral en lo Penal de Angol. El Ministerio Público está solicitando una pena de presidio perpetuo calificado por el asesinato del funcionario policial. El fiscal Carlos Bustos, quien lleva la investigación, ha afirmado que se presentarán diversas pruebas, incluyendo testimonios sobre los eventos del día del crimen y la utilización de interceptaciones radiales para obtener información sobre el caso.
La defensa de Liguén Venegas, a cargo del abogado Marco Oñate, sostiene que no hay pruebas suficientes para demostrar la participación de su cliente en los hechos, argumentando que la acusación se basa en pruebas indirectas y que no se ha podido establecer una conexión directa con el crimen del inspector Morales.